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Voy camino a la plaza Brasil. Me bajo del metro y camino por las calles que conosco de memoria. Ventosas, oscuras, con charcos de luz dependiendo de la hora, pero siempre con algo de sombra. Un millón de recuerdos me asaltan mientras el viento me empuja. Mi padre, con su andar lento y sus lentes oscuros, mi madre, cansada pero siempre sonriente. Mi mejor amiga de la infancia, con quien peleé, reí y lloré; con quien podía enojarme tranquilamente, ser enemiga un día o dos, y luego jugar como si nada hubiera pasado.
Llego a la plaza y siento el típico gorgeo de los pájaros, veo las bancas de metal, los bebederos antiguos (que nunca sabes si van a funcionar), las pequeñas flores y los mismos árboles que viera a los cinco años, que me recuerdan que no ha pasado tanto tiempo desde que me columpiaba y no sentía el vértigo que me da ahora.
Voy hacia mi árbol favorito, que se encuentra al medio de la plaza. Es antiguísimo, con grandes raíces levantadas, nudos por todas partes y ramas gruesas que se alzan y bifurcan infinitas veces. Perfecto para escalar. Escalarlo como cuando era pequeña, cuando todabía mi papá no se atrevía a soltarme por miedo a que cayera; aunque estuviera a dos centímetros del suelo. O escalarlo con mi mamá, que siempre me insistía a que fuera más arriba, que fuera valiente y no me asustase. O escalarlo con él, hace no tanto tiempo, cuando, una vez arriba, todo se volvió verde amarillento y sólo nos atrevimos a rozarnos las narices a lo esquimal.
Todabía está aquí el mismo viejito con su carro de dulces rojo y oxidado ¡que impresionante! ya era viejito cuando yo tenía cinco años y le compraba fuguelés y bowlings. Tiene los mismos dulces de pobre fabricación, donde lo que se ahorra en papel y diseño, se gasta en calidad... o por lo menos en rico sabor. Pero bueno, ahora serán otros niños los que le compren, los que se columpien alto, alto y se tiren por los resbalines una y otra vez. Yo me contentaré con mirarlos, quizá subirme furtivamente a mi árbol y tirarme en los siempre verdes pastos.
Millones de otras cosas viví en esta plaza, unas feas, otras bonitas, otras divertidas y otras que me hacen sonreir con culpabilidad. Millones de imágenes se mezclan con lo que veo ahora y forman un cuadro multicolor, lleno de caras que me saludan desde la memoria y que siempre tendrán de testigo este lugar mágico, que no me dejará olvidar quien soy.
Llego a la plaza y siento el típico gorgeo de los pájaros, veo las bancas de metal, los bebederos antiguos (que nunca sabes si van a funcionar), las pequeñas flores y los mismos árboles que viera a los cinco años, que me recuerdan que no ha pasado tanto tiempo desde que me columpiaba y no sentía el vértigo que me da ahora.
Voy hacia mi árbol favorito, que se encuentra al medio de la plaza. Es antiguísimo, con grandes raíces levantadas, nudos por todas partes y ramas gruesas que se alzan y bifurcan infinitas veces. Perfecto para escalar. Escalarlo como cuando era pequeña, cuando todabía mi papá no se atrevía a soltarme por miedo a que cayera; aunque estuviera a dos centímetros del suelo. O escalarlo con mi mamá, que siempre me insistía a que fuera más arriba, que fuera valiente y no me asustase. O escalarlo con él, hace no tanto tiempo, cuando, una vez arriba, todo se volvió verde amarillento y sólo nos atrevimos a rozarnos las narices a lo esquimal.
Todabía está aquí el mismo viejito con su carro de dulces rojo y oxidado ¡que impresionante! ya era viejito cuando yo tenía cinco años y le compraba fuguelés y bowlings. Tiene los mismos dulces de pobre fabricación, donde lo que se ahorra en papel y diseño, se gasta en calidad... o por lo menos en rico sabor. Pero bueno, ahora serán otros niños los que le compren, los que se columpien alto, alto y se tiren por los resbalines una y otra vez. Yo me contentaré con mirarlos, quizá subirme furtivamente a mi árbol y tirarme en los siempre verdes pastos.
Millones de otras cosas viví en esta plaza, unas feas, otras bonitas, otras divertidas y otras que me hacen sonreir con culpabilidad. Millones de imágenes se mezclan con lo que veo ahora y forman un cuadro multicolor, lleno de caras que me saludan desde la memoria y que siempre tendrán de testigo este lugar mágico, que no me dejará olvidar quien soy.
Literature
Epic FAIL!
Lesson Learn
Amy: SONIC!
Sonic: Huh? Amy is that you?
Amy: OFCORSE ITS ME! (Mad at sonic)
Sonic: Please clam down Amy and tell me what wrong.
Amy: YOU LEFT US IN THE MIDDLE OF NOWHERE!
Sonic: Sorry about that Amy, but it was too dangerous going with me.
Amy: (clam down a little and gave a big sigh) I know that you wanted me and the others to be safe but you should let your friends help
Sonic: But
.
Amy: NO BUTS! Your friends are here to help you and you should let them
Shadow: She right you know.
Sonic: I JUST CAN'T!
Others: Why not, we aren't helpless and we have beaten our fair share of enemies.
Sonic: I know that!
Oth
Literature
Home
Dear you
You probably don't know
I wrote about you yesterday
and the day before that.
But my favorite part was when you made me tea and it tasted like home.I drank all of it because that is what normal people do,but when I took your cup to the dishwasher
I saw you left a lil bit of tea in it, just like I normally would and i felt even more at home.
Today when you were siting next to me I was cutting out the word home from my paper and it seems like you have been a round a lot when the word 'home' is used but I guess that's one of the building blocks to start building a home, is someone who's going to be around.
I woke up this morning with a
Literature
Unknowable
Unknowable
The darkness pressed against my corneas, diffusing across the transparent boundary into the aqueous humour, as if it were a solid object forcing its way to my retinas, obscuring my vision. The distant creaks of the old house lent a menacing atmosphere to the blackness permeating the almost silent rooms, the almost footsteps complementing the almost-forms of the dark.
As the sleep fell away from me, the looming tenebrosity receded and the house took on a less perturbing aspect. The creaks were just creaks, the shadows in the corners of the room were just the places that the dim light from the power extension cable near the bed did
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Segundo intento de crónica literaria para la U, para el ramo de comunicación oral. Creo (creo) que este me quedó mejor, más como lo que pidió la profe, pero bueno, mañana me dirá que piensa de él.
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Da un sentimiento de calidez increíble. Me gusta.